Hamas: El Goce de la Crueldad

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El meticuloso ataque reciente de Hamas hacia civiles en Israel, conocido como la "Operación Al-Aqsa Flood", ha desencadenado un amplio espectro de opiniones entre las izquierdas latinoamericanas: ¿es apropiado condenar o abstenerse de condenar las acciones de Hamas? Para brindar un contexto más profundo, el conflicto entre Israel y Hamás ha persistido a lo largo de los años, arraigado en disputas territoriales y políticas que datan de décadas atrás. Según el recuento más reciente, la escalada de violencia ha dejado más de 1.800 muertos, con los bombardeos en la Franja de Gaza causando al menos 900 muertes y más de 4.600 heridos, mientras que en el lado israelí se reportan más de 900 víctimas mortales y 2.600 heridos. Esta reciente erupción de violencia no solo resalta la persistencia de las tensiones históricas, sino que también pone de manifiesto la compleja dinámica y las repercusiones globales que surgen de este prolongado enfrentamiento.

Quienes optan por no condenar a Hamas a menudo buscan entender la situación a través de un prisma histórico que contextualiza la dinámica oprimido-opresor. Desde esta perspectiva, la violencia emanada de un grupo oprimido podría ser vista como una respuesta a políticas y acciones previas, similar a la noción de "violencia divina" propuesta por Walter Benjamin, que busca desmantelar y transformar el sistema existente.

Es vital analizar este reciente episodio en el marco de otros conflictos históricos. Por ejemplo, la Intifada de 1987 y la de 2000 en Palestina, mostraron patrones de resistencia y represión que resuenan en los eventos actuales. La naturaleza de la violencia en estos conflictos previos puede ofrecer una visión sobre las raíces profundas de las tensiones actuales.

Pero, ¿qué hace que este reciente episodio sea particularmente debatido por las izquierdas latinoamericanas? Desde mi punto de vista, la intensidad y naturaleza de la violencia ejercida han cruzado un límite. Las descripciones de actos atroces cometidos por Hamas son profundamente perturbadoras: bebés decapitados, niños y ancianos quemados vivos, mujeres secuestradas y violadas, civiles ejecutados en un concierto por la paz. ¿Puede una persona cometer tales actos sin experimentar placer en el exceso? La respuesta es no.

Wolfgang Sofsky, en su ensayo "El paraíso de la crueldad", proporciona un marco para reflexionar sobre la naturaleza de esta violencia. Sofsky argumenta que existe una forma de violencia que es un fin en sí misma, que no busca un propósito social sino un deleite en el acto violento mismo:


“Mientras que las representaciones de la violencia se dirigen hacia terceros, el exceso no tiene alguna finalidad social... El furor del exceso es la violencia como fin en sí misma... En el exceso, el asesino no está para nada fuera de sí. Desde su interior se engrandece, crece, gana terreno nuevo... El exceso no libera al hombre únicamente de la prohibición, lo libera también de la obligación de rendir cuentas consigo mismo acerca de su comportamiento... La fiesta de la exaltación de la violencia es un salto en un estado de utopía.” (pág. 34) [Link]


¿Cómo podemos responder a esta manifestación de violencia por parte de Hamas sin correr el riesgo de, en el proceso, convertirnos en lo que representan, deleitándonos en la retribución? A mi juicio, esto hace crucial una respuesta contundente que se enfoque en la minimización absoluta del daño colateral a civiles. Es decir, impartir justicia sin caer en la retribución, precisamente para evitar convertirnos en ellos.