La curva, la puerta, y la perra

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El lápiz, en su tarea, buscó trazar un círculo.
Pero tan solo formó una curva.
La curva se deslizó, escapó del papel, y cayó al suelo.
Rodando, delineó a mi perra dormida junto a la puerta.
La puerta, con sus formas cuadradas, enemiga de las curvas,
temió ser tocada y se abrió de golpe.
La curva, ligera, sorteó la puerta,
que chocó brusca contra la pared.
El ruido de la perilla
al impactar el cemento
despertó a la perra,
que soltó un ladrido
que detuvo a la curva en el corredor.
La puerta, estremecida por la culpa del ruido de su perilla,
regresó como quien regresa a la escena de un crimen,
atenta y discreta,
a su posición original.
La curva lanzó una mirada de soslayo hacia la puerta;
quien, a su vez, miraba estremecida a la perra.
La perra buscó en la pared el ruido que la había despertado.
En la pared, un círculo.