De la materialidad de las ideas

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Cuando pienso en algo, lo que sea, para mí hay algo más allá de la idea como pura abstracción: la experimento con cierta materialidad, en el sentido físico del término. ¿De dónde proviene esa materialidad? Dado que es imposible pensar en algo, lo que sea, sin utilizar palabras (cierre los ojos e inténtelo), me resulta hasta intuitivo que esa materialidad se origine en el lenguaje. Esa materialidad emana del significante (como "árbol"), independientemente de su significado (ej. la RAE define "árbol" como "Planta de tallo leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo."). Esa misma materialidad que experimento cada vez que digo "Yo", independiente de su significado temporal.

Cuando el psicoanalista francés Jacques Lacan plantea que el inconsciente está estructurado por el lenguaje, no lo interpreto como una mera abstracción sino como una explicación a esa materialidad con la que percibo la idea del "árbol" o la idea del "Yo". Más aún, la potencia de este planteamiento de Lacan se evidencia precisamente en sus consecuencias lógicas. Por ejemplo, ¿qué sucedería si, de alguna manera, se expulsara un significante fundamental del universo simbólico de un sujeto (ej. el nombre-del-Padre)? En ese caso, habría un exceso de significado que no podría ser capturado por ese significante ausente. En ese desbordamiento, el significado podría manifestarse de manera alucinatoria, como una imagen visual o auditiva; una irrupción que, desde el punto de vista del sujeto, parecería provenir desde afuera, de manera externa — desde aquello que Lacan denomina "lo Real".

No es inútil recordarles al respecto mi comparación del año pasado entre ciertos fenómenos del orden simbólico y lo que sucede en las máquinas, en el sentido moderno del término, esas máquinas que todavía no llegan a hablar, pero que de un minuto a otro lo harán. Se las nutre con pequeñas cifras y se espera que nos den lo que quizá nos hubiera tomado cien mil años calcular. Pero sólo podemos introducir cosas en el circuito respetando el ritmo propio de la máquina: si no, caen en el vacío, no pueden entrar. [Todo] lo rehusado en el orden simbólico, en el sentido de la Verwerfung, reaparece en lo real.

[Y en] el momento en que aparece en lo real, es decir acompañado de ese sentimiento de realidad que es la característica fundamental del fenómeno elemental, el sujeto [psicótico en el fenómeno de la alucinación verbal] literalmente habla con su yo, y es como si un tercero, su doble, hablase y comentase su actividad.


— Lacan, Seminario III, p. 24-26.


Para aquel sujeto privado de un significante fundamental, la alucinación tendría también cierta materialidad precisamente porque emerge como exceso en una cadena de significación, solo que no hay significante donde alojar ese exceso. Para mí, esta consecuencia lógica es la mejor ilustración de cómo el lenguaje no solo le otorga materialidad a nuestro pensamiento consciente (cuando pensamos en algo, lo que sea), sino que también estructura nuestro inconsciente y puede generar efectos igual de materiales en nuestra experiencia subjetiva cuando se producen disrupciones en la relación significante-significado. En el caso de la expulsión de un significante fundamental del universo simbólico del sujeto, me resulta hasta intuitivo que su consecuencia lógica sea su posible retorno en forma alucinatoria — mecanismo de "forclusión" , que es la manera en que Lacan articula lo que acontece en la psicosis, al contrario del mecanismo de "represión" que acontece en la neurosis, en donde el significante no está expulsado pero reprimido en el inconsciente.

[Es] imposible desconocer, en la fenomenología de la psicosis, la originalidad del significante en cuanto tal. Lo que hay de tangible en el fenómeno de todo lo que se despliega en la psicosis, es que se trata del abordaje por el sujeto del significante en cuanto tal, y de la imposibilidad de ese abordaje.


[Por ejemplo, todos] los días los periódicos dicen que Dios sabe si es peligroso el progreso de la ciencia, etc., pero esto nos deja indiferentes. ¿Por qué? Porque están todos, incluyéndome a mí, insertos en ese significante mayor que se llama Papá Noel. Con Papá Noel esto siempre se arregla, y, diría aún mas, se arregla bien.


¿De qué se trata en el psicótico? Supongan alguien impensable para nosotros, uno de esos señores de los que se cuenta —si es que alguna vez existió, no crean que otorgo importancia alguna a esos rumores— que eran capaces de disciplinarse hasta el punto de no creer en Papá Noel, y de convencerse de que todo el bien que se hace acarrea un mal equivalente, y que en consecuencia no hay que hacerlo. Basta con que lo admitan, aunque más no fuese un instante, para concebir que toda clase de cosas pueden depender de ello, que son fundamentales a nivel del significante.

Pues bien, el psicótico tiene respecto a ustedes la desventaja, pero también el privilegio, de haberse hallado colocado en relación al significante un poquitito trastocado, atravesado. A partir del momento en que es conminado a ponerse de acuerdo con sus significantes, es necesario que haga un considerable esfuerzo de retrospección, que culmina, Dios mío, en cosas extremadamente descocadas, que constituyen lo que se llama el desarrollo de una psicosis.


— Lacan, Seminario III, p. 455-457.