En el principio era el Verbo

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En el sentido budista del término, me considero ateo. Sin embargo, en estos días no he podido evitar contemplar esa curiosa gracia divina que encierra aquel pasaje bíblico: "en el principio era el Verbo".

En mi post anterior, mencioné que mi experiencia como homo sapiens sugiere que esa materialidad con la que percibo mis ideas, sin importar cuán abstractas, debe originarse en el lenguaje, en el significante. Por ello, la propuesta de Lacan de que "el inconsciente está estructurado como un lenguaje" me resulta incluso intuitiva. Allí, también señalé que otro motivo adicional proviene del aspecto analítico, es decir, de las consecuencias lógicas de adoptar ese enfoque: basándonos en la ubicación del significante (ej. si está "expulsado" o "reprimido"), uno puede tanto identificar el síntoma (psicosis o neurosis, respectivamente) como explicarlo mediante mecanismos (forclusión o represión, respectivamente). Todo esto se desprende en cascada una vez que concebimos al inconsciente como estructurado a la manera de lenguaje — y, por consiguiente, este "habla y piensa" por sí mismo, lo cual, a su vez, implica que no somos dueños de todo lo que pensamos, lo que, a su vez, implica que el trauma "habla y piensa" por sí mismo, lo que, a su vez, implica una falta fundamental en el sujeto, lo que, a su vez, implica registros que se resisten a la simbolización, lo que, a su vez, implica lo Real lacaniano. Y uno puede continuar y continuar, porque, nuevamente, todo esto se desprende en cascada una vez que concebimos al inconsciente como estructurado a la manera de un lenguaje.

Y aquí entra mi fascinación estética. Si alguien se viese, por alguna razón, obligado a resumir a Lacan en unas pocas palabras, creo sinceramente que la respuesta más hermosa debería ser, precisamente, "en el principio era el Verbo".

... vínculo que Lacan, obviamente, había notado. Y que merece ser contemplado.