Caliche

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Se me escapó una idea con la violencia de un relámpago que rasga el cielo de la conciencia, dejando tras de sí un cráter perfectamente delineado en la topografía de mi mente. Un caliche, por así decirlo, con todas las características geológicas y físicas que la metáfora permite.

He notado que este accidente metafísico-topográfico posee cualidades verdaderamente singulares. Cuando cierro los párpados y ejecuto un pequeño ballet ocular, puedo cartografiar los contornos de la cicatriz. Y entre las tres y las cuatro de la tarde, el caliche experimenta una elevación de temperatura que podría describirse como tibia. No caliente, no fría: tibia.

Pensamiento:

¿Habrá del otro lado del caliche alguien aplastando su ojo grande y baboso contra la superficie aterciopelada, sediento de contemplar lo que por aquí acontece?

¡Uf!